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Angela Davis: “La esperanza revolucionaria se encuentra en las mujeres que son abandonadas por la historia”

Por Pikara Magazine  ·  21.11.2017

“¿Vosotros habéis empezado en algún momento a tratar los efectos de la colonización? ¿Vosotros os habéis enfrentado en algún momento a la herencia del franquismo? Os puedo decir que cuando vi las imágenes de la represión policial del día 1 de octubre aquí en Cataluña fue en lo primero que pensé. Tenéis trabajo que hacer. Pero esto va bien. Es algo bueno. Estáis teniendo la ocasión de reflexionar sobre el pasado”.

Son días intensos los que estamos viviendo, en Barcelona y en toda España. Muchas emociones encontradas y agotadoras siguen floreciendo en las calles y en nuestras almas, de modo que participar en el debate con Angela Davis no significó solo presenciar un evento único con una mujer extraordinaria, sino también celebrar el significado profundo que hoy, en el siglo XXI, tienen las palabras ‘revolución’, ‘resistencia’ y ‘feminismo’.

Davis se ha convertido indudablemente en un icono en contra de la opresión y discriminación contra la población negra y a favor de la justicia social, aunque sostiene que todo pasó por “casualidades de la vida”. Su trayectoria es amplia y consolidada: lleva publicando libros imprescindibles desde los años 70 -como Mujeres, raza y clase (Akal, 2005), Democracia de la abolición (Trotta, 2016), o La libertad es una batalla constante, editado por Capitán Swing y recién llegado a las librerías-, es profesora de Historia de la Conciencia en la Universidad de California, es política y, por supuesto, activista.

“Espero que nadie se enfade si hoy no doy fórmulas sobre cómo hacer una ‘revolución’. Ojalá pudiera hacerlo, pero creo que no existen tales fórmulas. Lo que quiero esta noche es reflexionar con vosotros sobre el sentido de revolución”, arranca su intervención en el CCCB de Barcelona, titulada ‘La revolución hoy’.

De inicio subraya la necesidad de reflexionar sobre el pasado, recuperando para ello el recuerdo de un debate abierto a activistas negras y organizado en el Sur de California hace 50 años bajo el lema ‘¿Reforma o revolución?’. Un debate —recuerda— moderado por una mujer. “Nosotros queríamos la revolución. No queríamos solo una reforma. Queríamos acabar con la estructura capitalista y estábamos seguros de que esto se cumpliría en un futuro previsible. Nadie podía convencernos de que esa revolución no estuviera a punto de pasar. Luchábamos, nos organizábamos, leíamos, teorizábamos, convencidos de que la revolución estaba en el horizonte. Queríamos socialismo y queríamos justicia racial, aunque —y lo digo entre paréntesis— todavía no sabíamos cómo incluir los temas de género y muchos otros temas en nuestro análisis. Era muy feliz participando en todo ese proceso. Pero ya sabéis cómo acabó, ¿verdad? La revolución no llegó nunca.”

Esta “terrorista peligrosa”, así es como el FBI del entonces presidente de Estados Unidos Richard Nixon la definió en 1971, hace una pausa y repite: “La revolución no llegó nunca […] Descubrimos cuánto más profundo y complicado tenía que ser el proceso revolucionario y surgieron muchas nuevas preguntas.”

Y sigue Angela Davis con su discurso: aunque la revolución no sucedió, ese momento sirvió para reflexionar sobre temas muy importantes. El primero es la necesidad vital de trabajar las heridas del pasado. Si en el caso de España se refiere al legado del franquismo, en la lucha contra el racismo apunta con el dedo hacia la identificación de las relaciones entre capitalismo y esclavitud, consciente de que el cambio revolucionario es imposible siempre que no se trate la base desde la que los aparatos opresores -la policía, las prisiones y, por tanto, las estructuras sociales- preservan esas historias de racismo. Preguntas y temas del pasado que han vuelto a surgir de manera prepotente no solo en Estados Unidos y África, sino también en Europa.

“La llamada crisis de los inmigrantes hoy en Europa, en África, en Australia, en Estados Unidos, nos dice en qué medida todavía está presente esa historia. La no aceptación de los refugiados por los países europeos es el eco de las historias colonialistas. Cuando vemos la violencia contra la comunidad negra en los Estados Unidos no podemos pensar que se vaya a anular contratando a mejores policías o a policías que sean ‘menos’ racistas o que hayan participado en un taller antirracista. Si mientras tanto mantenemos el aparato policial intacto y ese aparato incorpora algunas de las historias de colonialismo, será difícil solucionar los problemas que tienen sus raíces en el esclavismo”.

Y continúa: “Ya veis cómo estamos en los Estados Unidos no hemos pensado nunca seriamente en el daño irreparable que se hizo con la esclavitud de personas de ascendencia africana y de los pueblos indígenas. Hay que sentir pena, pero no hay otra relación social posible, porque son presentadas y dibujadas como personas por las que solo tenemos que sentir pena […] Estamos hablando de revolución, ¿no? Estoy intentando sugerir que la manera en que pensamos nuestro mundo marca la diferencia”.

Queda claro que un cambio, según Davis, resulta revolucionario siempre y cuando tenga en consideración la memoria y el terreno de la conciencia. Escuchándola nos preguntamos inmediatamente si este terreno ha sido habitado alguna vez y, de ser así, por quién. La respuesta surge bastante rápido: allí acamparon casi exclusivamente hombres blancos y no mujeres negras, aunque a menudo, ya en los años 60, los movimientos sociales fuesen impulsados sobre todo por mujeres.

“El movimiento feminista de corriente mayoritaria ha cometido errores muy serios. Cuando escribí en 1981 el libro Mujeres y racismo, todo el mundo pensó que era feminista. ‘No, no soy feminista -decía entonces-, soy una revolucionaria negra.’ No veía cómo las dos cosas tenían que ver una con otra. Pero luego me di cuenta de que estaba hablando de cierto tipo de feminismo: un feminismo burgués. Un feminismo que todavía, desgraciadamente, es blanco y burgués. El error cometido por el feminismo mayoritario y el hecho de que constantemente mire hacia representaciones categorizadas significa que hay una racialización clandestina que se está moviendo dentro de este tipo de feminismo”, sostiene.

“Cualquier tipo de feminismo que privilegie a las que ya tienen privilegios es irrelevante para las mujeres pobres, las mujeres trabajadoras, las mujeres negras y las mujeres trans de color. Si se crean estándares de feminismo para los que ya están arriba en la jerarquía económica, ¿esto cómo se relaciona con las mujeres que están abajo del todo? La esperanza revolucionaria se encuentra precisamente entre esas mujeres que se sienten abandonadas por la historia y que actualmente se están levantando para que sus exigencias sean escuchadas”, añade.

Angela Davis llega entonces al centro de su discurso, identificando en la interseccionalidad el papel del feminismo y definiendo el feminismo interseccional como el instrumento de trabajo necesario para el reconocimiento no solo de la interrelación de nuestras identidades, sino también de las luchas por la justicia social.

“Es realmente un buen momento para el feminismo. Creo que esta es la era en que necesitamos un análisis feminista, una metodología feminista, mucho más que nunca. Y pienso en el feminismo no tanto como en una cuestión de identidad sino como en una cuestión de metodología. El feminismo puede viajar; quiero decir que no está enganchado a cuerpos peculiares, es más bien una manera de mirar hacia el mundo. Es un marco teórico, si eres un investigador o un académico; y es una herramienta práctica y organizativa, si eres un activista.”

Desde esta nueva perspectiva, propone pensar las identidades como identidades políticas para superar las categorizaciones de feminismos y descubrir cómo este cambio necesario en la narración de las diferencias -esta revolución- nos permitirá desmontar el marco dentro del que hemos estado trabajado: el marco de la diversidad, un marco que en sí mismo ya subraya diferencias entre nosotras.

“Creo firmemente, y los hombres deberían aplaudirlo, que estamos viviendo en la era de las mujeres. De verdad lo creo […] Pero tenemos también que seguir cuestionando sobre todo lo que nos parece ‘normal’. La revolución sobrepasa los procesos normativos basados en las clases sociales, en el género, en la raza, en la sexualidad, en la habilidad, y es por esta razón por lo que siempre habrá una revolución esperándonos en el futuro”, finalizó.

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