Hora 25 recuerda con las voces de testigos directos los días previos al golpe de Estado en Chile en 1973 y la posterior represión durante la dictadura de Pinochet.
El 10 de septiembre de 1973 Salvador Allende queda a comer con su núcleo de confianza. No sabe que en cuestión de horas se va a suicidar con el fusil que le regaló Fidel Castro. El primer marxista que consiguió llegar al poder gracias al voto popular iba a ser derrocado al día siguiente, pero en esa comida traslada a sus colaboradores más cercanos que ha encontrado una solución para salir de la inestabilidad en la que se encuentra el país.
El español Joan Garcés – asesor político del presidente Allende – y el ex ministro de minería, Sergio Bitar, son los únicos asistentes que quedan de esa reunión. “El almuerzo fue la preparación del mensaje que iba a dirigir al país al día siguiente, anunciando un referéndum para que escogieran las urnas qué camino prefieren seguir los chilenos: el que le ofrecía el gobierno desde el ejecutivo o el que ofrecía la oposición desde el Parlamento. Y es para evitar ese discurso a la Nación, que adelantan el golpe. Para evitar que el presidente abriera ese camino a los chilenos”, explica a Hora 25 Joan Garcés.
El cuadro era preocupante, pero pensaban que si resistían esa semana no caerían. La situación era muy delicada, pero esa era la tesis del ministro de Defensa, Orlando Letelier. Él lo planteó en ese almuerzo y lo repitió en una grabación que envió a su amigo Joan Garcés, poco antes de que la dictadura lo asesinara en Washington. Sin saberlo, Allende le dio información privilegiada a los golpistas, porque él comunicó sus planes ese mismo día a la cúpula militar. “No es casual. El día 10 el Presidente convocó al comandante en jefe del ejército, Pinochet, y al inspector general Urbina y les comunicó que en unas horas iba a anunciar la apertura de las urnas por la vía de un referéndum. En la última reunión con Allende me dijo: “Los generales pusieron los ojos como platos”. Con esa información, adelantan el golpe del 14 al 10″.
Para entender el origen del golpe de Estado contra Salvador Allende, hay que remontarse a 1970. Mientras los chilenos asistían a la toma de posesión de su nuevo Presidente, en un despacho de Washington el consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, redactaba un informe para el presidente Nixon. El documento es revelador: “La irradiación imitativa de fenómenos similares afectaría significativamente al equilibro mundial. Recomiendo que nos opongamos a Allende con toda la fuerza que podamos y que hagamos todo lo que podamos para evitar que se consolide en el poder, teniendo cuidado de presentar estos esfuerzos en un estilo que nos dé la apariencia de estar reaccionando a sus movimientos”. Así empezó todo.
Cómo se fraguó el golpe
“Los sabotajes y atentados de los grupos paramilitares de derecha financiados por los Estados Unidos, tanto de los grupos paramilitares, como de los sectores políticos que propiciaron el golpe fue diario. No hay que olvidar que Nixon ordenó que había que hacer de todo para conseguir que la economía chilena aullara”, explica Carmen Hertz, primera vicepresidenta de la Cámara de Diputados de Chile.
La agenda social sin precedentes achicó los espacios de la oligarquía chilena y de los grupos de poder. Para Mario Amorós, biógrafo del presidente Allende el asesinato del democristiano Edmundo Pérez Zujovic condicionó la evolución de los acontecimientos. “Ese hecho trágico lo aprovechan los sectores más conservadores para aliarse con la derecha”, según Amorós. A partir de ese momento, “un sector de la democracia cristiana se inclinó por pedir a las Fuerzas Armadas que hicieran un golpe”, explica Claudia Heiss, politóloga del a Universidad de Chile.
“El Tanquetazo” fue el primer intento de golpe de Estado. El General Prats lo pudo contener, pero quebrado emocionalmente por la presión dimitió. Le sustituyó Pinochet y sería él quien consumara, finalmente, la traición a un gobierno legítimo. Bitar todavía recuerda que en las primeras horas del 11 de septiembre – cuando el golpe ya estaba en marcha – Allende se preguntaba si Pinochet estaba arrestado. A ese punto, explica Bitar, llegó “el grado de ambigüedad de Pinochet y nuestro desconocimiento”.
La traición de Pinochet
Para entender la ambigüedad de Pinochet y el desconocimiento del gobierno sobre el papel que estaba jugando el futuro dictador, es reveladora la conversación que mantuvo Pinochet con el ministro de Defensa ocho días antes del golpe. En la grabación que el ministro Letelier envió a su amigo Garcés – y a las que ha tenido acceso Hora 25 – queda claro su doble juego: “Desde los primeros días, Pinochet me dijo: “Mire ministro, aquí hay una tropa de locos, de desequilibrados que están planteando que es preferible que se produzca ahora un golpe y que mueran 100.000 personas antes de que haya un enfrentamiento y una guerra civil y que puedan morir un millón de personas”.
“No hay nada más potente para conseguir el voto que alguien parecido a ti llamando a tu puerta”
En el Palacio de la Moneda, Joan Garcés tuvo la difícil misión de contarle a Allende que el bando militar de los golpistas lo firmaba Augusto Pinochet. Allende se mantuvo sereno. “Su rostro era inexpresivo. Él había asumido hace mucho tiempo la posibilidad de una traición. Debió afectarle, pero era tal el dominio que tenía de sus gestos y de su mente en esos instantes que no manifestó nada que fuera perceptible”.
El suicidio de Allende
Isabel Allende, hija del Presidente, recuerda cómo salió del Palacio de la Moneda. Había ido a acompañar a su padre, hasta que él le pidió que saliera. “El silencio con el que salimos, contrastaba con todo lo que habíamos vivido antes. Para mí, la imagen que tengo más clara en ese momento es el silencio de los carabineros y los militares corriendo, alejándose de La Moneda”, recuerda Allende. “Después del bombardeo, con el palacio en llamas semidestruido y con los techos desplomándose, Allende pidió a las personas que habían resistido que se entregaran a los militares que ya estaban entrando por la puerta de la calle Morandé 80 al Palacio de la Moneda. Él se retira a un salón del Palacio de la moneda y pone fin a su vida con el fúsil que le regaló Fidel Castro”, explica el autor de ‘Salvador Allende. Biografía política, semblanza humana’ (Capitan Swing).
El joven bombero Alejandro Artigas fue uno de los primeros en llegar al Palacio de la Moneda. Él se encargó de prestar los focos a los periodistas que tenían que filmar el cuerpo sin vida del Presidente Allende. “El ambiente era de silencio, de hablar en voz baja. De profundo respeto, independientemente de lo que uno pudiera pensar después. Nadie sabía de qué color eran los bandos que se estaban enfrentando”, recuerda, cincuenta años después, Alejandro Artigas.
Chile es hoy un país atravesado por la memoria del golpe de Estado y la dictadura. La grieta sigue abierta. El estudio más reciente, coordinado por la politóloga de la Universidad de Chile Claudia Heiss, revela que un 36% de los chilenos creen que los militares tuvieron razón en dar el golpe de Estado. Sergio Bitar, que vio a civiles brindar por el bombardeo del Palacio de la Moneda, es consciente del apoyo que todavía goza el golpe en su país. Desde el 11 de septiembre, se repite a diario una lección que aprendió ese día : “La democracia no era, como yo pensaba, la cordillera de los Andes. Es un jardín que tienes que regarlo todos los días. La cultura democrática tiene que desarrollarse, la amistad cívica tiene que expandirse. Pero esa frase para mí es esencial: la democracia no era la cordillera de los Andes, es un jardín que hay que regarlo todos los días”.
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