El jueves día 24 se dicta en Mineápolis la sentencia contra Derek Chauvin, el policía condenado por el asesinato de George Floyd. El caso no fue el primero ni será el último de uso excesivo de fuerza policial teñido de racismo, pero logró activar, como no se veía en décadas, protestas y conciencia ante las injusticias raciales en EEUU. A la vez, también puso los focos sobre un movimiento que aboga por reducir presupuestos públicos para la policía, propuesta que a menudo se representa con simplificaciones o se malinterpreta.
Alex S. Vitale, profesor de Sociología y coordinador del Policing and Social Justice Project del Brooklyn College, conoce como pocos ese movimiento. A finales de 2017 publicó ‘The end of policing’, libro de referencia que publica en España Capitán Swing con el título ‘El final del control policial’, con epílogo actualizado de Vitale, que nos cita en un café de Brooklyn.
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¿Qué espera de la sentencia de Chauvin?
Durante décadas se ha dado a la policía libertad para matar a gente sin consecuencias, pero hay tanta presión pública en este caso que el sistema no tiene otro remedio que aplicar una sentencia larga. Creo que debemos entender esa condena no como algo que produce justicia real, sino como un intento de producir legitimidad para un sistema injusto.
“Hay tanta presión pública que se aplicará una sentencia larga, en un intento de producir legitimidad para un sistema injusto”
¿Será útil para la familia, para el momento?
Es difícil porque toda nuestra cultura ha llegado a equiparar justicia con venganza y, cuando la gente es violentada por la policía y el Estado, su deseo comprensible es querer que alguien sufra. Ese deseo de venganza, sin embargo, reproduce el sistema que nos da la policía y las cárceles como solución a nuestros problemas. Debemos articular una visión diferente. Cuando hablas en detalle con familias de asesinados por la policía descubres que también quieren que esto no le pase al hijo de otro y que se repare parte del daño que se les ha hecho. Necesitamos elevar esos aspectos de la justicia y plantear qué haría falta realmente para prevenir otro George Floyd.
Sin embargo, cuando miramos hacia Washington y la propuesta de ley bautizada en honor a Floyd, no hay nada ahí que hubiera salvado su vida, así que necesitamos una intervención que no sea solo simbólica, superficial o enraizada en la venganza, sino que realmente prevenga que ese tipo de injusticias se produzcan.
“Debemos articular una visión diferente de justica que no esté solo enraizada en el castigo y la venganza”
En ese futuro que plantea posible, ¿cómo sería esa justicia?
Podemos mirar a varias formas de justicia restaurativa o transformativa. Alguien que mostró ese despiadado desprecio, obviamente, no debería ser policía y debería tener alguna obligación de formar parte de un proceso, quizá de verdad y reconciliación, para evitar que esto suceda. También tendrían la obligación de reparar parte del daño infligido a la comunidad aterrorizada por estos actos de violencia. Y debería haber alguna obligación con los familiares, algún tipo de restitución, así como una rendición de cuentas, no solo de la institución policial, sino del Gobierno, que permite esto.
“Es más barato y beneficioso ideológicamente que la policía responda ante problemas sociales que garantizar vivienda segura y asequible, cuidado sanitario, oportunidades de empleo…”
En la propuesta de ley de reforma se plantean cambios (como mayor formación y diversidad) que ya inició Barack Obama. De hecho, se aplicaron en Mineápolis antes de la muerte de Floyd, lo que apunta a su fracaso.
Porque no escuchan a la comunidad. Las comunidades están divididas en parte porque se les ha dicho durante generaciones que la única herramienta para crear seguridad es más policía y les preocupa cualquier cosa que pueda aparentar que se les quita esa herramienta o se le resta fuerza, por problemática que sea. Por tanto, parte de la lucha aquí es apoyar esfuerzos en comunidades para ayudarles a disponer de otras estrategias: ayudas familiares, esfuerzos contra la violencia, empleo para los jóvenes, asesoría en salud mental, servicios de abuso de sustancias… Cuando a las comunidades se les da a elegir, suelen poner a la policía muy abajo en su lista de peticiones.
Año 1 de la era George Floyd
La otra parte, no obstante, es que hay mucha gente que se beneficia de este sistema policial. Permite implementar una serie de estrategias económicas de explotación sin consecuencias. Se usa la policía para encubrir el sinhogarismo masivo, para encubrir la austeridad en términos de gasto sanitario y en servicios de juventud. Es más barato y beneficioso ideológicamente pasar todos esos temas a la policía que dar vivienda segura y asequible, cuidado sanitario, oportunidades de empleo, ayuda a los ingresos…
Conceptos como “abolir la policía” o “desfinanciar la policía”, convertidos en ‘hashtags’, dejan el debate en la superficie. ¿La cobertura mediática, el discurso público, dan una concepción errónea?
La frase “defund the police” es importante en el sentido de que es un rechazo explícito a la reforma, también porque dice que el problema está enraizado en la expansión del poder de la policía y en su alcance, y esas son demandas muy nuevas y radicales. No sorprende que mucha gente no esté contenta de oírlas. A la vez, algo que cabe en una pancarta nunca puede explicar del todo un movimiento. Señala sobre todo la rabia con la policía pero no captura el otro lado, que es crear comunidades, invertir en individuos, crear más seguridad, y esa es la debilidad de la frase. Los medios y la derecha intentan por supuesto representar erróneamente el movimiento, y hay que trabajar contra eso.
“El sistema policial permite implementar una serie de estrategias económicas de explotación sin consecuencias”
Ese esfuerzo no va a ganar o perder por cómo los medios cubren tres eslóganes, sino en la organización de comunidades, donde la gente no está preocupada por frases de tres palabras. No dicen necesariamente “quitar fondos”, preguntan por qué no pueden tener un centro juvenil, tratamientos contra las drogas, servicios de salud mental efectivos, asesores para escuelas. Son campañas locales mucho más concretas, y conforme avanzan, ves que mucha gente es empática y solidaria tanto con las demandas de los movimientos como con la frase. Saben que necesitamos un cambio mucho más sistémico.
Hay quien critica que es una visión naíf.
Lo naíf es creer que la policía está aquí simplemente para protegerte.
Primero Trump y los medios conservadores pero ahora también políticos demócratas y medios como ‘The New York Times’ ponen mucho foco en el aumento del crimen en las ciudades.
Es importante preguntarse por qué medios como el ‘Times’ producen este relato que dice que necesitamos rehabilitar el control policial. Parte es que los medios generalistas han aceptado la necesidad de austeridad y de competitividad global, y entienden que ese sistema requiere una policía robusta. Saben que no hay una solución real para los sintecho, para la crisis de atención sanitaria, para problemas horribles como la segregación, la desigualdad o en educación, así que saben que se necesita a la policía para mantener una tapa sobre esos problemas, para poder mantener acuerdos inmobiliarios en los centros de las ciudades y engordar la economía del turismo.
“La policía es una institución completamente equivocada para lidiar con colectivos vulnerables”
¿Ve paralelismos con España?
Para España, la esclavitud y el colonialismo, así como los peores tipos de asesinato y brutalidad policial, sucedieron en otro sitio. En EEUU, en cambio, la policía siempre estuvo involucrada en la gestión de esa explotación extrema. Nuestra cultura está bañada en el legado de esos procesos. Sin embargo, la austeridad ha hecho que España esté teniendo el mismo tipo de problemas sociales: enfermedades mentales no tratadas, personas sin hogar o con situaciones marginales de vivienda y empleo, incapacidad de integrar a migrantes… En toda Europa la policía está respondiendo a esta presión adoptando un discurso de atención a poblaciones vulnerables, como las víctimas de la violencia machista o los jóvenes sin hogar, cuando se trata de una institución absolutamente equivocada para lidiar con estos colectivos. No se ha de aceptar la idea de que reciban mejor formación y recursos para que gestionen unos problemas sociales que se pueden afrontar de forma más efectiva y humanitaria sin la violencia y la coerción inherentes a la policía.
“No deberíamos manifestarnos frente a los cuarteles de la policía, sino ante las oficinas de los responsables políticos”
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“Cuando los canales políticos se cierran, las políticas en la calles se hacen más comunes”, escribe. Eso sucede globalmente…
Exactamente. Exactamente. Lo puedes ver con los indignados, que fueron una expresión legítima de rabia y frustración de los jóvenes ante un escenario sin futuro. La respuesta gubernamental no fue incluirlos en el proceso político sino tachar su discurso de inaceptable y radical, y usar la policía para reprimirlos. Es señal de fallo democrático cuando los problemas son gestionados a través de la acción policial. El error que a veces hace la izquierda es que hablan de represión policial, cuando la policía hace lo que se le dice. Al final, la decisión de cortar el proceso político y reprimir es política. No deberíamos manifestarnos frente a los cuarteles de policía, sino ante las oficinas del alcalde o el Gobierno.
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