A Cabrera Infante le regalé una vez una caja de cien tabacos de gran vitola, una mezcla exclusiva para él que llevaba en la anilla su propio nombre: tripa y capote cubanos. Vuelta Abajo, y capa clara y suave de Senegal; en esa ocasión, nos encontramos en el Wellington y le llevé a Miriam Gómez unjipijapa que muchos llaman impropiamente Panamá ¡Con qué placer antiguo y señorial quemaba aquel tabaco Cabrera Infante! Derecho y firme, con un placer vicioso que lo marcaba como el fumador que escribió Holy Smoke (Harper & Row), que nadie pudo traducir al español. sino el propio autor escribiendo un libro que no era exactamente el mismo: Puro humo (Alfaguara).
Durante un tiempo fumé. por razones literarias. un tabaco de vitola grande. Por Larrañaga, porque Caballero Bonald me descubrió que esa anilla era la preferida de Lezama Lima. El poeta Padilla. cuando aún no se habfa convertido en su propio «caso». amenazaba al autor de Paradiso con semanales ataques en El Caimán Barbudo, pero después le regalaba un par de tabacos «revolucionarios», Como decía Gastón Baquero, en las enciclopedias del futuro la entrada «Fidel Castro» dirá: «Dictador que vivió en una isla del Caribe en tiempos de Lezama Lima». Lampedusa no paraba de fumar, mañana, tarde y noche, hasta que se asustaba de ver los hombros de su abrigo gris marengo albeados de la ceniza que, como el Etna iba echando por su boca.
Pensaba en todo eso en las treguas de la lectura del sabrosisimo Lady Nicotina (Capitán Swing, 2010), un libro presentado por Jesús Marchamalo. tremendo tipo, y compuesto por textos de James M. Barrie (el autor de Peter Pan) e Italo SVevo, nada menos que el escritor de La conciencia de Zeno. Cuentos, relatos, cartas, documentos, comentarios que dicen del encuentro y la fusión entre la literatura yel tabaco. desde Faulkner hasta el mismo Svevo. Lady Nicotina es una delicia que me ha hecho pensar mucho: cuándo empecé a fumar tabacos. cuándo dejé atrás el cigarrillo y la pipa y me entregué a la cultura del tabaco cubano.
Leí hace bastantes años ya como se lee un poema interminable y lirico, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, de Fernando Ortiz. y en mis viajes a Cuba compré clandestinamente varios ejemplares de la primera edición de ese libro extraordinario. Uno de esos fetiches sacrales se lo regalé. en un instante de debilidad fraternal, al ensayista y editor venezolano Gustavo Guerrero. pero los otros tres ejemplares que tengo, junto a otras valiosas primeras ediciones de ensayos de Drtiz, están en el altar mayor de los «santos». en un lugar secreto (elfambá) de mi biblIoteca. Ahí, encerrado con algunos de los tesoros que guardan los libros. fumo últimamente uno o dos Edmundo de Montecristo: Marchamalo, en su presentación de Lady Nicotina. cuenta la concesión de Dumas para que el gran tabaco llevara el nombre de uno de sus héroes de novela.
Sí. fumar tabaco es un placer y un vicio. Como placer es una maravilla; como vicio es sumamente peligroso, porque exige cada vez más, y no exactamente -según los científicos- por la nicotina, que tiene lo suyo, sino por la cantidad de elementos químicos y tóxicos con los que se fabrican los cigarrillos. ¿Y el tabaco puro. lo que conocemos por «puro» en España, lo Que nombramos muchos «habano», aunque no siempre lo sea? Digan lo que digan, su uso es peligroso para la salud, y su abuso. una apuesta mortal. Pero la lista de escritores literarios que fuman en público y en privado es interminable, y la relación entre literatura y tabaco es parecida a la del alcohol con la misma escritura literaria: altisima y consanguínea.
En los días en que me sobra una hora de escritura al final de la mañana. salgo de mi casa con un Edmundo encendido, tiro y chimenea perfectos (nunca quema torcido), paso de puntillas, echando humo y sin querer provocar, por delante de la casa en la que vive la vicepresidenta Salgada y me instalo. minutos después. en el interior del Chikito. Un dia de esos. se me acercó. casi con violencia y mostrando una profunda irritación, un cliente (argentino) que afeó mi conducta: ¡cómo podía fumar en público!, ¿no sabía que el año pasado habían perdido la vida gracias a tipejos como yo más de 50.000 personas en todo el mundo? Aturdido por el ataque, quedé entre sombras. avergonzado y en silencio ante el resto de la clientela. ¿Ya toda esa gente contribuia yo a matar con mi Edmundo cotidiano?
El complejo de culpa me alteraba la respiración, hasta que una señora de más de noventa años. que ocupaba una mesa a mis espaldas, me tocó con suavidad un hombro y muy sonriente me dijo: «No se lo tenga en cuenta, yo vengo aquí todos los días precisamente a fumarme unos pítillos y siempre anda igual». Me calmé y seguí con el placer de mi Edmundo hasta los últimos suspiros del humo. El relato de Svevo titulado «Mi ocio», incorporado a Lady Nicotina. resulta una verdadera epifanía literaria. Es difícil para el lector elegir el mejor de los relatos de Barrie sobre el tabaco y sus relaciones humanas. Tal vez «Sin Arcadia»; quizás «Cómo fuman los héroes» o «Los peligros de no fumar». Y el texto que cierra la contracubierta dellíbro es un ejemplo más de la bondad, el talento literarío y la irónica generosidad del fumador llamado Mark Twain: «Al cumplir los setenta años me he impuesto la siguiente regla de vida: no fumar míentras duermo, no dejar de fumar míentras estoy despíerto, y no fumar más de un solo tabaco a la vez».
J.J. Armas Marcelo