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5 razones para leer ‘El himen y el hiyab’ de Mona Eltahawy

Por BuzzFeed  ·  19.11.2018

La editorial Capitán Swing acaba de publicar en España uno de los ensayos más potentes de la periodista egipcia Mona Eltahawy, colaboradora habititual de medios como The Guardian, The New York Times o la BBC, que fue golpeada, violada y detenida en noviembre del 2011 por la policía antidisturbios de su propio país.

Este completísimo ensayo, que aúna la mejor calidad periodística cuando desgrana datos de los países de Oriente Medio y la mejor prosa humana cuando relata su propia experiencia como mujer en países como Egipto o Arabia Saudí, debería ser un must en cualquier biblioteca feminista. Aquí te damos cinco razones para leerlo.

1. Porque es necesario dejar de mirar la problemática de países de Oriente Medio y del norte de África desde la islamofobia o el paternalismo.
Uno de los puntos de conflicto interno que Mona Eltahawy sufrió a la hora de escribir este ensayo es que es consciente que lo que cuenta puede dar argumentos a la ultra-derecha para seguir promoviendo políticas xenófobas y racistas en contra de la población musulmana. Al mismo tiempo, la autora advierte que si se silencia el discurso en Oriente y se paternaliza en Occidente, las que terminan sufriendo los estragos del machismo siguen siendo las mujeres.

Este ensayo no va de blancos o negros, en temas como el hiyab, por ejemplo, la autora es consciente de que puede ser un doble símbolo: en algunos países de Oriente Medio donde se aplican leyes “contra la desnudez” llevarlo es un símbolo de opresión del sistema, pero también es cierto que las mujeres musulmanas europeas pueden encontrar el hiyab como un símbolo de rebelión frente a las políticas xenófobas. Al final, los Estados siempre tienen algo que decir sobre la vestimenta de las mujeres.

Conocer de la mano de una periodista egipcia la experiencia de las mujeres en países como Egipto o Arabia Saudí es una de las mejores formas de acercarse a la realidad, sin que esta venga manipulada con tintes xenófobos o sin que caiga en el paternalismo.

2. Porque enseña sobre los avances y las voces del movimiento feminista en Oriente Próximo y el norte de África.
Porque todas nosotras sabemos cuánto le debemos a mujeres como Mary Wollstonecraft y Olympe de Gouges y hemos celebrado millones de veces a las mujeres sufragistas que consiguieron que a día de hoy podamos votar, también conocemos a las grandes figuras del feminismo Occidental de la Primera y Segunda Ola, pero hay vida más allá de Europa y de los Estados Unidos.

Un día de primavera de 1923 en una estación de El Cairo, una multitud de mujeres con velos y túnicas negros espraban para recibir a dos amigas, Huda Shaarawi y Saiza Nabarawi, que regresaban de una convención feminista en Roma. De pronto, Huda se retiró el velo del rostro y las mujeres que las esperaban comenzaron a aplaudir. Este acto tan valiente supuso el principio del fin del sistema del harén en Egipto. Y Huda y Saiza fueron tan solo una parte del todo. Con este libro conocerás quiénes fueron las feministas que han hecho posible que en Arabia Saudí las mujeres puedan conducir y han sido posteriormente arrestadas por su valentía. O quiénes han conseguido que se tome en serio la problemática del acoso sexual en Egipto. O qué pensadoras y escritoras han favorecido que muchísimas mujeres se animen a pensar con conciencia de género y hayan salido a las calles.

3. Porque su ensayo hace hincapié en la mezcla tóxica de Estado, cultura y religión.
Eltahawy reivindica el papel fundamental que tuvieron las mujeres en las primaveras árabes y cómo, después de manifestarse codo con codo en las calles con los hombres para derrocar a los dictadores, la igualdad de género ha pasado a ser un asunto de tercera o cuarta orden a la hora de construir nuevos sistemas.

La mutilación genital femenina, la violencia de género, el matrimonio infantil, el acoso callejero o la legislación discriminatoria siguen estando a la orden del día pese a que en algunos países se hayan logrado, poco a poco, pequeños avances. Mona Eltahawy advierte sobre la importancia de derrocar tanto al patriarca en el poder como al patriarca en el hogar, porque la lucha de las mujeres no puede llevarse a cabo si el sistema intenta callar todas las voces que saltan la voz de alarma.

En sus propias palabras: “Hemos expulsado a Hosni Mubarak de Egipto, a Zine el Abidine Ben Ali en Túnez, Muamar el Gadafi en Libia y Ali Adbedullah Saleh en Yemen, pero hasta que la rabia se traslade de los opresores en nuestros palacios presidenciales a nuestras calles y nuestras casas, a menos que derroquemos a los Mubarak en nuestras mentes, en nuestros dormitorios y en las esquinas de nuestras calles, nuestra revolución nunca comenzará”.

4. Porque la cultura de la violación puede llegar a niveles insospechados si se entremezcla con la cultura de la pureza.
A estas alturas de la película todas sabemos que el único culpable de una violación es el violador, sin embargo, como hemos visto recientemente en nuestro país con el infame caso de La Manada, parece que la sociedad puede utilizar cualquier excusa para tratar de culpabilizar a las mujeres. Desde el cuánto había bebido hasta qué hacía sola por la noche pasando por el inevitable qué llevaban puesto.

Si a esto le sumamos una “cultura de la pureza”, expresión que la autora del libro conoció en Estados Unidos y sus comunidades cristianas más ortodoxas, en la que una mujer tiene más o menos valor en función de su himen, su virginidad y su castidad, la relación entre el cuerpo de las mujeres y el Estado se torna completamente tóxica. En este ensayo la autora habla de “pruebas de virgnidad” y de violaciones a mujeres de clase social baja, habla de cómo las ciudadanas con más recursos pagan multas y cómo las de menos pagan penas. Si el Estado puede decidir sobre la moral de las mujeres, las mujeres estamos perdidas.

5. Porque el feminismo es un movimiento global que avanza de manera local y, si te importan los derechos de las mujeres, deberían importante los derechos de todas las mujeres.
Eltahawy lo deja claro: Occidente no tiene que ir a salvarlas. Y lo deja claro poniendo en valor a tantas y tantas mujeres que están luchando contra el machismo y la misoginia en sus propios países, llevando a cabo actos heroicos en los que ponen en riesgo su propia vida y su propia libertad.

Pero si somos feministas no podemos olvidarnos de aquellas a las que sistemáticamente se calla. Si somos feministas, no podemos mirar a otro lado cuando las mujeres sirias sufren abusos y violaciones en los campos de refugiados. Si somos feministas, no podemos no preocuparnos por la cantidad de mujeres y niñas que sufren las peores de las opresiones cuando llegan a las fronteras. Si somos feministas, no podemos no preocuparnos por las mujeres migrantes.

No hay mujeres de primera o de segunda, ni preocupaciones de primera o de segunda. El movimiento feminista es global y deberíamos luchar codo con codo para permitir que todas las voces se escuchen, que todas las mujeres se puedan expresar y que todas tengan voz.

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