Kristen Ghodsee, autora de ‘Utopías cotidianas’: «La fuerza de la ola reaccionaria es la señal de que las cosas están realmente cambiando hacia un mundo mejor»

Por El Periódico de España  ·  17.03.2024

En medio de una crisis económica, después de haber vivido una pandemia, varias guerras en marcha y la emergencia climáticaKristen R. Ghodsee (Estados Unidos, 1970) es optimista. Esta profesora de Estudios de Rusia y Europa del Este y miembro del Grupo de Graduados en Antropología de la Universidad de Pensilvania ha dedicado los últimos años ha recopilar y estudiar formas alternativas de organización social, que ha plasmado en un libro recientemente publicado en España por Capitán Swing: Utopías cotidianas. Lo que dos mil años de experimentos pueden enseñarnos sobre vivir bien. En él aborda ejemplos históricos de utopías, exitosos y fracasados, grupos que se organizaron para compartir vivienda, crianza, recursos económicos e incluso para vivir otras formas de familia, desde Pitágoras hasta los kibutz israelíes pasando por diferentes comunidades religiosas del pasado reciente, como formas de encontrar la felicidad desde las iniciativas individuales, sin intervención estatal. Frente a la desesperanza que generó la caída del Muro de Berlín en 1989 para encontrar sistemas alternativos al capitalismo de organización social, Ghodsee, que atiende a este periódico por videoconferencia desde Pensilvania, propone «formas de entrenar la esperanza» y mantener el optimismo para combatir, desde las pequeñas acciones individuales, cuestiones como la crisis de salud mental, de los cuidados o la epidemia de soledad.

-Pregunta: Una de las cosas que apunta en el inicio del libro es que son los tiempos convulsos los que dan lugar a los cambios radicales. ¿Estamos viviendo un momento idóneo para que nazcan nuevas formas de organización social?

Defintivamente sí. Creo que están por todas partes. La pandemia fue un shock increíble. Nadie pensaba que el mundo se podría parar como lo hizo y cosas que parecían imposibles se pusieron en march, como la renta básica. Cuando vivimos pandemias, guerras y crisis económicas, inicialmente nos asustamos y nos hacen aferrarnos al status quo. Algunas personas miran hacia el pasado, y existe la fantasía de que pueden recuperar ese mundo. Pero también hay gente que empieza a mirar más radicalmente hacia el futuro. Creo que ese impulso utópico es una forma realmente importante de que la humanidad sobreviva y prospere en tiempos caóticos. Lo que quería hacer con este libro era darle un marco histórico a ese impulso utópico, para que la gente pueda ver que son parte de una larga tradición de pensadores y soñadores, quienes en muchos sentidos son responsables de las cosas buenas del mundo que tenemos hoy.

-P: Una de las claves que menciona en el libro es repensar qué es tener éxito o lo que nos da la felicidad. ¿Por qué cuesta tanto darnos cuenta de que es el sistema actual el que nos hace infelices?

Creo que uno de los estudios recientes más importantes que se ha publicado en este sentido es el Estudio de Harvard sobre el desarrollo adulto, que se lleva realizando desde hace más de 70 años. Y uno de los hallazgos realmente impactantes es que lo que constituye realmente una buena vida son nuestras relaciones, más que nuestros trabajos, si tenemos dinero, si encontramos un propósito y un significado a la vida o lo que sea. Lo que realmente importa al final del día, lo que predice la felicidad y la satisfacción con la vida es la calidad y la fuerza de nuestras relaciones humanas. Una de las lecciones más importantes sobre los experimentos utópicos, especialmente los que abordo en este libro, es que priorizan la conexión y la comunidad sobre la competencia y la acumulación de riqueza. Creo que en nuestras sociedades contemporáneas, especialmente en los Estados Unidos y el Reino Unido, realmente hacemos lo contrario y de acuerdo a los estudios psicológicos, lo estamos haciendo todo mal. Necesitamos realmente repensar qué nos hará felices en el futuro. Y esto es particularmente importante debido al auge de cosas como Ia inteligencia artificial y la automatización de los procesos. Muchos de nuestros empleos desaparecerán en los próximos diez años. ¿Qué vamos a hacer con nuestro tiempo si todo nuestro valor humano hacia nosotros mismos tiene que ver con el trabajo, el dinero y el estatus?

-P: Esto está ligado con algo que también aborda en el libro, el sistema educativo. El debate público se centra en responder a las demandas del mercado y se eliminan las asignaturas que fomentan el sentido crítico por encima de herramientas útiles para encontrar trabajo, ¿cierto?

Sí. Estamos enfocados en brindarle a la gente las herramientas que necesitan para conseguir un trabajo y poder pagar sus alquileres, que los jóvenes ya no disfrutan aprendiendo. La educación se convierte sólo un medio para un fin y no un fin en sí mismo. Y se nos olvida que cuando nos comprometimos con la educación pública universal y gratuita fue gracias a una demanda utópica. Era el décimo punto del Manifiesto Comunista. En ese momento fue totalmente radical y la hemos reducido a la peor forma de escuela de oficios para una economía capitalista que funciona mal. La educación es una parte extremadamente importante del debate que debemos tener sobre la construcción de un futuro utópico.

-P: Utopías cotidianas dedica varios capítulos al papel que juega la familia nuclear, que es, según sus argumentos, uno de los pilares de muchos de los males actuales, como que la mayor parte del trabajo doméstico y cuidados siga recayendo sobre los hombros de las mujeres. Sin embargo, la gente más joven está empezando a vivir sus relaciones ajenos a este mandato de pareja monógama casada y con hijos. ¿Vendrá por ahí el cambio?

Creo que los jóvenes están ampliando la definición de familia. Está en lo profundo de nuestra historia evolutiva, siempre hemos criado a nuestros hijos con un grupo mucho más amplio de personas. El ideal que tenemos en Occidente de un cuidado parental exclusivo para los propios hijos biológicos, en una casa unifamiliar, separada, es un fenómeno muy reciente y durante la pandemia vimos lo horrible que es. La razón por la que pensamos que la pareja monógama heterosexual es de alguna manera un valor familiar cristiano es porque la Iglesia Católica medieval la impuso bajo la doctrina de la primogenitura, donde el hijo mayor hereda todo, el segundo hijo es sacerdote, y si el primer hijo no puede tener un hijo que herede su riqueza, pasa al segundo y, por lo tanto, a la Iglesia Católica. Esto no tuvo nada que ver con lo que dijo Jesús, cuyos apóstoles vivían en comunidad, o lo que dice la Biblia, tiene que ver con los intereses financieros de la Iglesia Católica medieval. Es un valor occidental que en muchos sentidos defiende las relaciones sociales capitalistas. No tiene nada que ver con lo que consideramos formas naturales de crianza y ni siquiera con algunas de nuestras tradiciones religiosas organizadas más antiguas.

-P: ¿Cómo ve en relación a todas estas nuevas formas de organización social la ola reaccionaria que estamos viviendo, con el retroceso de los derechos de las mujeres en países como el suyo? ¿No le hace reducir el optimismo?

Bueno, yo lo veo justamente al revés. Cualquier intento importante de cambio social a gran escala siempre trae una reacción inicial muy fuerte. En la historia, la reforma religiosa dio pie a la contrarreforma, la Revolución Francesa, a las Guerras Napoleónicas… Creo que hay cosas que están cambiando bajo la superficie, pero no podemos verlas ahora porque estamos lidiando con la reacción. Y la reacción es fuerte, con cuestiones como la anulación del aborto en mi país y el posible regreso de Donald Trump como presidente. Pero la fuerza de la reacción en realidad es la señal de que las cosas realmente estén cambiando hacia un mundo mejor. De hecho, creo que es una buena señal. Las personas que están en el poder, que tienen la riqueza y el privilegio y que quieren que el mundo sea de una cierta manera están enloquecidos por cómo están cambiando las cosas. Y por eso están tratando de tomar medidas drásticas. Eso muestra que hay un gran miedo a que la gente esté empezando a pensar de manera diferente. Estuve en Bulgaria la semana pasada y tomé un café conel asesor del ministro de Hacienda en la sombra del Partido Laborista británico. Y me contó que tienen un problema real de escasez de mano de obra porque muchas personas de más de 50 años han decidido trabajar menos después de la pandemia. Estoy hablando de personas con un cierto nivel adquisitivo que prefieren vivir más modestamente y trabajar menos. Y esto empieza a arrastrar al resto de trabajadores. Es lo hermoso de las ideas utópicas, que no requieren de un plan central. Lo estamos viendo también en todo el Norte global con tasas de fertilidad; las mujeres dicen: tener hijos es demasiado duro, prefiero ser un poco más libre, sin preocuparme por toda la esclavitud que conlleva en la actualidad criar un hijo en soledad y sin apoyo del Estado. España es un gran ejemplo de esto. Y no es que alguna gurú feminista se levantara y gritara: ¡Mujer, libérate, no tengas hijos! Estas pequeñas decisiones individuales generan un cambio social masivo. Y creo que eso es realmente inspirador.

-P: Menciona muchas distopías muy de moda como impedimentos a la esperanza y el cambio. ¿Por qué Black mirrorUn mundo feliz El cuento de la criada son desaconsejables? ¿Dónde buscamos la alternativa?

Una de las mejores cosas que he descubierto este año es una línea de libros que en inglés se clasifican bajo la etiqueta Ficción climática y ahí hay muchísimos títulos interesantes, de autores como Nick Fuller Goggins o Becky Chambers. Y en términos de cultura popular, creo que Star Trek ofrece una visión hermosa. Ya que mencionas El cuento de la criada tengo que contarte que me escribió Margaret Atwood y me envió esta pequeña nota [y muestra un pequeño sobre del que extrae una tarjeta manuscrita]. Me cuenta que ha leído Utopías cotidianas y que está trabajando en un proyecto sobre utopías porque está de acuerdo en que hay que ofrecer una visión más positiva. La gente empieza a cansarse del discurso distópico porque es una herramienta para controlarnos. Si pensamos que el futuro podría ser peor no intentaremos cambiar el presente, incluso si no somos felices.

Ver artículo original