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Jonathan Eig: “Ali siguió peleando porque necesitaba ser amado”

Por La Razón  ·  19.11.2022

El periodista y biógrafo del boxeador explica las claves del libro más completo hasta hoy sobre el mito del deporte

Desde Chicago, en un despacho decorado con algunas de las imágenes que Thomas Hoepker tomó al boxeador más importante de todos los tiempos, Jonathan Eig habla con este diario de «Vida de Ali». El libro, publicado por Capitán Swing, es un completo retrato del deportista con sus luces y sus muchas sombras, algunas casi un tabú hasta después de su muerte.

Existen muchos textos sobre Ali, artículos y libros de autores como Tom Wolfe o Norman Mailer, sin olvidar las memorias del propio Ali o la biografía que le dedicó David Remmick. ¿Cómo se hace para poder tener material nuevo?

Ha pasado mucho tiempo desde que esos autores los escribieron. Yo he tenido la posibilidad de hacerlo desde una perspectiva histórica, además de descubrir archivos que habían permanecido cerrados. Aparte, pude hablar con sus esposas y ex mujeres, quienes no habían sido escuchadas, además de con amigos y colaboradores de Ali.

¿El mito hace difícil que el biógrafo pueda estudiar al hombre?

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Adoro a Ali,. Soy su fan desde que era un crío. Él es alguien que tiene bastantes defectos. Así que me parece que resulta importante cuando se escribe una biografía añadir los defectos y las virtudes de la persona, algo que he tratado de hacer con este libro.


En EE UU, cuando los políticos no estaban preparados para el cambio, lo hacían los deportistas

Jonathan Eig

Uno de los aspectos que subraya su trabajo son los problemas de salud que se derivaron de que siguiera boxeando hasta poco antes de los cuarenta años. ¿Por qué se siguió subiendo al ring? ¿Era consciente de ese deterioro cognitivo?

Fue un error terrible, una tragedia, pero inevitable, porque Ali amaba el boxeo y necesitaba ganar dinero, además de que mucha gente lo animaba para que siguiera boxeando. Ali empezó a descubrir que algo no iba bien a a finales de los años setenta. Se dio cuenta de que algo pasaba. La naturaleza humana siempre piensa que estaremos bien, que podemos tomar una copa más y ponernos a conducir aunque estemos un poco borrachos. Creemos que no nos pasará nada malo a nosotros, que, en todo caso, le sucederá a los demás. Eso precisamente es lo que le ocurría a Ali cuando boxeaba.

¿Necesitaba luchar para ser amado? Usted afirma que la soledad era uno de sus mayores miedos.

En efecto, así es. Hay que decir que durante toda su vida buscó llamar atención para poder ser amado, una manera de contestar al desapego que sufrió por parte de su padre. Continuó así toda su vida, con un apetito muy grande por la fama, por estar rodeado de mujeres y lujos.

En «Vida de Ali» vemos el caos que lo rodeó siempre en el terreno económico, por ejemplo, con el último contrato que firmó con el promotor Don King y que le resultó bastante caro.

Es que Ali, la verdad, no tenía mucho apego al dinero y entendía que si lo engañaban era porque lo necesitaban.

Me recuerda a aquello que decía Salvador Dalí: «Si me tienen que robar que sean los amigos».

(Risas) Es cierto. ¿Sabe qué ocurre? Que Ali tenía la sensación de que nunca dejaría de generar dinero y que jamás se acabaría su talento. Fue alguien que estuvo encantado por el dinero desde el principio y hasta el final.

La Nación del Islam tuvo una importancia enorme en la vida y la carrera de Ali. Pero, ¿ellos lo manipularon o fue él quien los manipuló?

La respuesta es ambas. Él era un creyente verdadero. Quería seguir a la Nación del Islam de una manera voluntaria, pero se aprovecharon y se quedaron con mucho de su dinero. Lo utilizaron para dañar a Malcolm X y ellos ayudaron a que se rompiera esa amistad.

Ali seguía a Malcolm X, una manera muy diferente de luchar por los derechos civiles si lo comparamos, por ejemplo, con el reverendo Martin Luther King.

Estaba en desacuerdo con King porque lo veía como alguien pasivo. Ali estaba en contra de la integración, pensaba que lo mejor era separar blancos y negros. Tenía más en común con Malcolm X.

¿Se perdonó en alguna ocasión el hecho de haber traicionado a Malcolm X?

Sí, y ese fue uno de sus mayores arrepentimientos. Sentía que podía haberle salvado la vida si lo hubiera apoyado, pero la realidad es que no hizo nada.


Fue un error, una tragedia que siguiera luchando hasta poco antes de los cuarenta años

Jonathan Eig

¿Su oposición a la guerra de Vietnam influyó realmente en los jóvenes estadounidenses?

Fue una gran influencia porque él era uno de los primeros en oponerse públicamente a esa contienda. Eso lo convirtió en alguien muy valiente, especialmente en un momento en el que la guerra tenía mucho apoyo público. Ali criticaba el uso de las personas negras que eran enviadas a luchar. Sinceramente, lo que hizo fue mucho más valiente que subirse al ring de boxeo.

Ali y otro deportista al que usted ha estudiado, Jackie Robinson, han sido iconos de la lucha contra el racismo. ¿Escribir sobre ellos es escribir sobre la historia de Estados Unidos?

Desde luego. Me parece muy legítima hacer esa comparación. Cuando en Estados Unidos los políticos no estaban preparados para el gran cambio, eran los deportistas quienes lo hacían.

El hombre que fue América

★★★★

Jesús FERRER

El periodismo deportivo español, en su dedicación al boxeo, cuenta con una espléndida tradición; basta pensar en históricos cronistas como Manuel Alcántara o Miguel Ors para comprobar la excelencia de un arraigado estilo literario. El contexto pugilístico, con su mítica de dura nobleza, deprimidos ambientes y desnortadas vidas, resulta de una probada eficacia narrativa; lo sabían muy bien los escritores Ignacio Aldecoa, Julio Cortázar, Faulkner, Hemingway y Norman Mailer, entre otros. El perfil medio del boxeador, de humilde extracción social e impetuosas aspiraciones de triunfo, propicia la esforzada superación personal y la simbología del héroe popular. Por otro lado, algunos destacados púgiles han representado toda una época de su país, convertidos en un emblema generacional; acaso ninguno como Cassius Clay (1942-2016), quien, tras un memorable combate con Sonny Liston y convertido al credo musulmán, pasaría a llamarse Mohamed Ali.

Minuciosa documentación

Su trayectoria deportiva, con sus triunfos y derrotas, así como sus implicaciones civiles y políticas, han sido profusamente estudiadas por el periodista estadounidense Jonathan Eig en «Vida de Alí» (Capitán Swing). Con un ágil estilo narrativo y una minuciosa documentación, se recogen los principales hitos de su biografía: la dura formación como amateur, su negativa a ir al servicio militar en plena guerra de Vietnam, su activismo en defensa de los derechos civiles de los afroamericanos, la militancia en la polémica Nación del Islam a través de su amistad con el mítico Malcolm X, así como los entresijos de sus más célebres peleas y la dramática etapa final enfermo ya de parkinson; sin olvidar jugosas anécdotas derivadas de su particular personalidad, como el detalle con que ensayaba los insultos e imprecaciones con las que amilanar a sus contrincantes en el ring o antes del combate en esforzada estrategia desmoralizadora; «robot», «momia» y «gorila parsimonioso» fueron algunas de las lindezas que le dedicó a George Foreman.

Todo un idiosincrático carácter con pleno sentido del espectáculo y asumida conciencia de su creciente autoridad moral entre amplios sectores sociales. Una apasionante biografía esta de quien declaró con orgullo: «Yo soy Estados Unidos. Soy la parte que no reconocéis. Acostumbraos a mí. Negro, seguro de mí mismo, arrogante. Mi nombre, no el vuestro; mi religión, no la vuestra; mis objetivos, los míos propios. Acostumbraos a mí». Su egocentrismo se convertiría en una proclama civil de formidable fuerza contestataria. Estas páginas retratan perfectamente su ambivalente carácter: abrupto, tierno, engreído, displicente y sentimental, seductor y antipático, siempre comprometido con causas perdidas o ganadas. Inolvidable Ali.

▲ Lo mejor

La amenidad, no exenta de rigor, que preside en todo momento la biografía

▼ Lo peor

Nada a destacar en este apartado ante la agilidad periodística de estas páginas

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