Dorian Lynskey traza en ‘El Ministerio de la Verdad’ una biografía de cómo surgió la novela de Orwell y de su inacabable influencia
Su eco ha llegado al lenguaje común, a los programas de televisión más populares y, con alguna interferencia, hasta a los discursos del actual jefe de la oposición española. Y, dada su importancia capital, pese a ser una novela, a partir de ahora el 1984 de George Orwell tiene una biografía. Se titula El Ministerio de la Verdad (Capitán Swing) y en ella el británico Dorian Lynskey recorre sus orígenes, desde las vivencias de Orwell en el terror estalinista en la guerra civil española, a los numerosos préstamos que el escritor toma de la novela utópica de cambio de siglo.
No sólo eso: Lynskey muestra la inacabable resonancia de 1984 tras aparecer en 1949, tanto en políticos de todo signo, incluidos Trump y Putin –que en 2012 soñaba con un sustituto de la URSS que fuera de Vladivostok a Lisboa llamado Eurasia, como uno de los bloques en que se divide el mundo en la novela–, a David Bowie, que quiso hacer un musical rock con ella. O al primer anuncio del Macintosh de Apple el 31 de diciembre de 1983.
Su estancia en Barcelona en la guerra civil alimentó el sentimiento de miedo, paranoia y desconfianza de la novela
El profesor Miquel Berga, autor del libro Cuando la historia te quema las manos (Tusquets), sobre el impacto que tuvo la guerra civil española en Orwell y Auden, subraya que la publicación de una biografía ya no de Orwell sino de 1984 “confirma que ha sido la novela política más influyente desde su publicación hasta hoy”. Y apunta que no es una novela futurista “sino una sátira política que utiliza mecanismos de las novelas futuristas para hablar del presente. No es Nostradamus. Pero el futuro ha convertido en victorias póstumas sus esfuerzos por diseccionar los mecanismos de los sistemas totalitarios y las tentaciones totalitarias vengan de donde vengan. En congresos internacionales hablaba con rusos que daban por supuesto que Orwell era seudónimo de un ruso: cómo podía alguien, si no, describir su sistema así… No estuvo en Rusia, le bastaron unos días en las calles de Barcelona en la guerra civil para hacer un curso intensivo”.
Lynskey coincide. Si bien muestra en su libro cómo a Orwell le influyeron las novelas utópicas anteriores –desde H.G. Wells y su Cuando el dormido despierte , al Nosotros de Evgeni Zamiatin, quien vivió bajo Stalin y del que “tomó la vigilancia constante y un protagonista que trabaja para el Estado y se rebela tras conocer a una revolucionaria atractiva”–, el periodista británico abre El Ministerio de la Verdad recordando que el punto de inflexión para Orwell es su llegada a España a la guerra civil como un idealista que ve en lucha “el futuro de Europa entre la izquierda y la extrema derecha”.
Y recuerda que “él dice que va a luchar por la República y matar fascistas, pero no tendrá mucha lucha porque está en el POUM, que no tiene equipo y armas como los comunistas. Y sobre todo vive en Barcelona una guerra civil dentro de la guerra civil donde los comunistas apoyados por la URSS tratan de aplastar pequeños grupos de izquierda, trotskistas, anarquistas, incluido el POUM. Hay purgas brutales, algunos amigos y camaradas son arrestados, asesinados. Para él es una traición chocante. Es un socialista democrático y ve cómo se inventan mentiras y se acusa a los trotskistas de ser colaboradores fascistas. Mentiras como justificación para el asesinato”. “Sus ideas sobre el totalitarismo, la propaganda, el sesgo cognitivo y la capacidad de defender cosas espantosas si las hacen los de tu bando, las ve allí. Su estancia en Barcelona es su única experiencia de Estado policial, y el sentimiento de miedo, paranoia y desconfianza serán parte del ambiente 1984 ”, advierte.
Luego, Lynskey muestra hasta el detalle de dónde surgen muchas ideas de la novela. La expresión “gran hermano” la toma de H.G. Wells y los tres superestados en que divide el mundo –Eurasia, Oceanía y Asia Oriental, en estable guerra perpetua que nadie puede ganar–, aparecen en La revolución gerencial , una obra sobre el futuro del capitalismo de James Burnharm, un trotskista que se volvería neoconservador. Lo importante, dice, no es que unos tomen conceptos de otros, sino que cada uno plasma en el libro una visión diferente de la humanidad.
La de Orwell se ve, apunta, en “sus hermosas descripciones de la naturaleza, las tiendas de segunda mano, los placeres humanos simples. Para él lo más importante de los proles de 1984 no es que sean un ejército revolucionario en potencia sino que han seguido siendo humanos, le preocupa como la política hace a los humanos menos humanos, tribales, fanáticos”.
Y asume que en cada época tiene su lectura. “Hoy es la obsesión con la propaganda, el peligro de la mentira militante industrializada, sean Trump o los trolls rusos. En EE.UU. y Europa hay políticos y seguidores clamando que no hay nada que sea verdad y que el poder decide lo que es real. Orwell apuntó: ‘No dejes que suceda, depende ti’. Hay que mirar los signos tempranos, si llega el Estado totalitario, no hay nada que hacer”.
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