10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

Tres entradas de cine que te puedes ahorrar: sus libros son mucho mejores

Por eldiario.es  ·  26.02.2017

Podemos ver en los cines El nacimiento de una nación, Billy Lynn: honor y sentimiento y Fences, películas mediocres que adaptaron obras maestras
Tres genios explicados por sí mismos: Andréi Tarkovski, Philip Glass y Frederick Forsyth

Las confesiones de Nat Turner (Capitán Swing)

Willian Styron

Poco después de publicar el testimonio de Nat Turner en 1968, Styron cayó en una gran depresión. Ningún novelista blanco se había atrevido a escribir en primera persona la experiencia de un esclavo sureño. Por supuesto, las críticas llegaron en bandada.

Después de La revolución de Martin Luther King y de su asesinato, varios afroamericanos se tomaron esta intromisión como una afrenta. Le tildaron de “blanquito ignorante” y llegaron a lanzar una réplica agresiva en el libro El Nat Turner de William Styron: diez escritores negros responden.

Styron descubrió la historia de este esclavo de Virginia mientras convivía con el activista James Baldwin, que estaba inmerso en el libro de ensayos más elocuente que existe sobre la convivencia interracial en Norteamérica (La próxima vez el fuego). Él fue quien insistió, a la par que bendijo, a Styron para que escribiese sobre una de las insurrecciones más sangrientas de los negros del Sur. Un hecho perdido entre la memoria de los habitantes de Virginia y algunos pedazos de periódico que tomó vida en la figura de Nathaniel Turner.

Styron, cuya abuela era propietaria de esclavos, se mimetiza con la rabia latente entre la comunidad negra de 1831. Presenta a Turner como un héroe complicado, un dócil predicador que despierta con los bofetones propinados a su gente. Pasa de encomendarse en sus sermones a la paciencia divina a, tiempo después, convertirse en el motor de una vendetta encarnizada contra 55 blancos esclavistas. Solo por este pasaje, Las confesiones de Nat Turner se merece la gloria (o lo que es lo mismo, un Pulitzer).

Su adaptación, llevada al cine por el polémico Nate Parker, se encuentra ahora mismo en las salas. El nacimiento de una nación comparte el escepticismo que despertó su libro matriz, pero por razones bastante distintas. El caso de violación en el que se vio envuelto Parker ha enturbiado el estreno y eliminado su presencia de los Oscar. Nosotros preferimos a William Styron y su adictiva prosa heredera de Faulkner.

El eterno retorno de Billy Lynn (Contra)

Ben Fountain

Imaginemos por un momento que somos un joven soldado superviviente de Irak. Que mientras llueven balas sobre nuestras cabezas, la Fox News emite un vídeo viral que nos convierte en héroes instantáneos y en atrapa-votos para los señores de la guerra. Llegamos a casa, besamos el suelo y comenzamos a odiar nuestra patria.

Ben Fountain retrata la cara más demente de la sociedad norteamericana en apenas unas horas de narración. El eterno intermedio de Billy Lynn es una brillante metáfora bélica de un país que idolatra y defenestra al son de los medios de comunicación.

Las muestras de gratitud que recibe Billy Lynn son tan espectaculares y vacuas como una apertura de la Super Bowl. En la Casa Blanca, el estadio de Texas o una mansión PlayBoy, él y su escuadrón Bravo serán agasajados sin sentido y sin verdadera constancia de por qué. Fountain refleja así el problema de traerse la guerra a casa y ponerla al nivel de una victoria de fútbol americano.

Su lectura es divertida, epiléptica y llena de recursos vívidos como los de Tom Wolfe. La novela fue finalista del National Book Award en 2012 y convertida en un best-seller mundial gracias a los complacientes críticos literarios. El año pasado, el cineasta Ang Lee se propuso hacer historia llevándola a la gran pantalla. El director de La vida de Pi quería hacer “la película más realista jamás rodada” en 3D y en 120 frames por segundo, y lo consiguió con exceso. Siendo sinceros, el libro provoca la misma sensación de adrenalina y no da naúseas.

Fences del American Century Cycle (Plume)

August Wilson

Más que en detrimento de la película, que ha rodado muy dignamente Denzel Washington, esta reseña surge en admiración al dramaturgo August Wilson. Nacido en Pittsburg, Wilson se convirtió en una institución teatral gracias a las diez obras de su ciclo El Siglo Americano. Una representación por década. Fences corresponde a la de los años 50 y explora las relaciones raciales a través de una pareja de basureros que se preguntan por qué no pueden ascender a conductor de camión de la basura.

Estuvo en cartelera en Broadway 525 días, alcanzando el récord de todas las piezas escritas por el autor. También obtuvo el triplete de honores máximos al que puede aspirar una obra de teatro: un Premio Pulitzer, un Premio Tony y un Premio del Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York.

Parte de la relevancia de Fences radica, según explicó Wilson, en que es ficción. “Así los negros ven el contenido de sus vidas elevado a la categoría de arte. A veces se les olvida que para ellos también es posible, y es importante recordárselo”. Ya no solo su obra, el escritor ha sido una de las voces más lúcidas e iracundas de la modernidad. Y sus monólogos son una perfecta muestra de esto.

De ahí que recomendemos su lectura al nivel de sus representaciones teatrales. Además, para cerrar el círculo en esta segunda entrega de Tres libros, una de las figuras más inspiradoras para August Wilson fue Nat Turner.

Ver artículo original