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St. Pauli: fútbol para punks, piratas y refugiados

Por El Mundo  ·  13.06.2017

Hay un lugar en Alemania donde cada quince días se juntan anarquistas, comunistas, okupas, punks, refugiados… Y es un campo de fútbol, el Millerntor Stadium, feudo del FC Sankt Pauli, equipo de segunda alemana con 107 años de historia. Más que espectadores, son militantes del conocido como club pirata, con sede en el barrio del puerto de Hamburgo (el segundo más importante del mundo), que se reconoce en sus estatutos oficiales como antifascista, antirracista o antisexista.St.Pauli. Otro fútbol es posible (Capitan Swing, 2017) narra la historia de un club al que se le estiman20 millones de seguidores en todo el mundo a pesar de no haber ganado nunca un gran título. Entre ellos, los autores del libro, Carles Viñas, historiador, y Natxo Parra, abogado. Ambos son miembros de FCSP Fanclub Catalunya, una de las 600 peñas del conjunto alemán (en España hay otras como El Grano en Valladolid o St.Pauli Taldea en el País Vasco). “St.Pauli es una isla en el fútbol moderno. Un club donde sus aficionados son el eje, y en el que importa más defender unos valores que ganar”, comentan. Esta temporada ha terminado séptimo después de estar casi toda en descenso: “En cualquier otro equipo habrían echado a Ewald Lienen (entrenador, ex del Tenerife). Lo mantuvieron porque saben que es un símbolo”. El St.Pauli ha sido tradicionalmente un equipo ‘yo-yo’, con ascensos y descensos entre las diferentes categorías. Su mejor puesto en la Bundesliga fue una décima plaza en la temporada de 1988-1989.

Pero el St.Pauli fundacional poco tenía que ver con el actual emblema de la ultraizquierda. Durante el ascenso de Hitler, acató, como casi todos los equipos, los dictámenes del III Reich. El Millerntor-Stadion se llamó hasta 1998 Wilhelm Koch, en honor al presidente de la entidad entre 1931 y 1969. Hasta que se descubrió que había sido miembro del partido nazi.”El cambio llegó a mediados de los 80′. Aficionados del Hamburgo (el club hegemónico de la ciudad) abandonaron su campo por la proliferación de fascistas. Algo que sucedió en la mayor parte de las gradas de Alemania en aquella época. A estos se les unen punks y okupas de la Herbertstraße (calle de St.Pauli donde se concentra la prostitución de la ciudad), que empiezan a apoyar al equipo de su barrio como lo hacen con cualquier otra asociación”. Así cuenta la radicalización Viñas, quien recuerda que estos pioneros fueron tambiénlos primeros en empuñar la bandera pirata, como símbolo de rebeldía. Hoy la calavera genera más de un millón de euros en merchandising. Cuando los punks llegaron al club, la asistencia no pasaba de los 1.600 espectadores, a finales de los 90 era ya de 20.000.

Mitos del club: del portero okupa al rebelde kurdo

“Lo meritorio es que este club le gusta incluso a la gente que no le gusta el fútbol”, cuentan los autores, sorprendidos tras hablar con el público que va las presentaciones de un libro que es un compendio de historias rocambolescas. Como las de algunos de los mitos del club. Es el caso de Fabian Boll (se retiró en 2014), del que los aficionados decían que llevaba una doble vida: el fin de semana, pirata, y por la semana policía. Todavía hoy se ven en el campo pancartas con el mensaje: ‘All coppers are bastards Außer Boll” (‘Todos los policías son unos bastardos excepto Boll’).Otro que dejó huella fue Volker Ippig, portero del St.Pauli en los 80 que vivía en una okupa del barrio. Durante las diez temporadas que militó en el equipo hizo varios parones, uno para irse a Nicaragua a trabajar con una brigada sandinista. Más reciente es Deniz Naki, prologuista del libro. Alemán de origen kurdo que fue juzgado (y absuelto en noviembre de 2016) en un juicio por terrorismo tras criticar en redes sociales al gobierno turco por acciones contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Naki saltó a la palestra en 2009 cuando en un encuentro contra uno de los grandes rivales del St.Pauli, el Hansa Rostock, celebró el tanto de la victoria yéndose al córner y haciéndole a los hinchas rivales (en su propio campo) el gesto de cortar el cuello. Los ultras del Rostock, de ideología neonazi, llegaron a corear cánticos en décadas anteriores como: “Construiremos un tren desde St.Pauli a Auschwitz”.

En el club pirata la división entre la política y el deporte no existe, “pero como en cualquier club. El propio hecho de no posicionarse es política. Un ejemplo: que el Espanyol no firme el Pacto por el Referéndum al que sí se ha adherido el Barça”, comenta Viñas, quien cree que un club como el St.Pauli es más fácil que exista en Alemania: “Allí la Ley del 50+1 impide que una sola persona pueda controlar más de la mitad de las acciones del club (sólo el Wolfsburgo y el Bayer Leverkusen no se acogen a esta norma). El Rayo sería el St.Pauli español, otro equipo de barrio con filosofía obrera, pero no deja de ser una Sociedad Anónima Deportiva con un accionista mayoritario”.

‘La única opción’

Ambos equipos disputaron un amistoso en 2012 en el Millerntor, un estadio donde los jugadores saltan al ritmo de Hells Bells de AC/DC y los goles se celebran con la Song 2 de Blur. “Pero el actual St.Pauli no se entendería sin el fútbol moderno, precisamente, el auge de éste es el que acerca a muchos aficionados al equipo pirata”, explica Viñas. Parra apunta otra paradoja: “Es un equipo de barrio que quiere ser mundial; es llevar la máxima del Foro Social Mundial de Porto Alegre al fútbol: ‘Piensa local, actúa global”.Pero Viñas y Parra dicen no querer dar la imagen del St.Pauli “como un cuento de hadas”. “El anterior presidente, Corny Littmann (lo fue del 2002 al 2010), activista LGTB, una persona teóricamente concienciada, tuvo encontronazos con la afición. Permitió que revistas sexistas como Maxim se publicitaran en el campo, dejó que se instalara un palco VIP en el que había strippers, convirtió a Kalte Muschi (‘vagina fría’, en alemán) en la bebida oficial del club. Todo eso fue frenado por la afición”. Hoy la entidad vive un equilibrio en lo institucional, con Oke Göttlich en la presidencia, “alguien salido de la grada”, y Edwald Lienen en el banquillo, un antibelicista confeso en sus tiempos como jugador, que fundó en 1987 el Sindicato de Futbolistas de Alemania.

Precisamente, el fútbol femenino es una de las asignaturas pendientes del St. Pauli, el club con más aficionadas de Alemania. Cuando Viñas y Parra viajaron a Hamburgo se encontraron con que el equipo femenino jugaba en un campo aledaño al estadio al que no iba casi nadie. En el último año la entidad construyó gradas para este feudo y dos peñas específicas ocupan las mismas. Además, las jugadoras entrenan al St.Pauli Lampedusa, un club compuesto por refugiados. A pesar de estas contradicciones, o de que algunos de los que radicalizaron el club en los 80 lo ven ahora como algo mainstream, el lema oficial del club sigue vigente para la mayoría: ‘El St.Pauli es la única opción’.

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