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Pantagruel redimensionado

Por Librosyliteratura  ·  13.02.2013

 

Las asombrosas historias de Julio Jurenito, esa suerte de Pantagruel redimensionado y actualizado pero no menos extraordinario, constituyen a día de hoy una rareza. Y no lo digo por el hecho de que esta magnífica novela de Ilya Ehremburg no disfrute del reconocimiento que merece, sino por lo sorprendentemente moderna que resulta pese a su venerable edad y a la sabia combinación de humor, exageración y denuncia gracias a la cual construye esta enmienda a la totalidad por reducción (o tal vez por ampliación) al absurdo con la que el autor desnuda a las sociedades americana, europea y eslava de su época. Y de la nuestra.

Como demostración de la originalidad de la novela, un botón, el título original completo:

Las extraordinarias aventuras de Julio Jurenito y sus discípulos

Monsieur Delet, Karl Schmidt, míster Cool, Alexei Tishin, Ercole Bambucci, Ylia Ehremburg y el negro Aisha

En días de paz y guerra y revolución, en Paría, en México, en Roma, en Senegal, en Kinieshma, en Moscú, y en otros lugares, y también las distintas opiniones de Maestro.

Sobre el arte de fumar en pipa, sobre la muerte, sobre el amor, sobre la libertad, sobre el juego del ajedrez, sobre la raza hebrea, sobre la construcción y sobre muchas otras cosas.

Julio Jurenito, mexicano de personalidad desbordante y discurso torrencial, persona sin principios que sin embargo los defiende con pasión, es una suerte de profeta de la destrucción del orden establecido mediante la provocación que alista en su cruzada a sus discípulos, que más que personajes son tópicos que representan tan clara y burdamente los estereotipos de sus diferentes nacionalidades que ejercen de lupa sobre los defectos de las mismas, aunque de lupa que deforma como los espejos de las ferias una realidad cuya denuncia, no obstante, no resulta por ello menos contundente.

Destaca que Ilya Ehremburg ejerce de autor y narrador, pero también de personaje, representante de los judíos en este caso, y hay que señalar que la mirada que se dirige a sí mismo no es más condescendiente que aquella a través de la cual convierte a sus compañeros de viaje y al viaje mismo en un esperpento por lo demás no menos coherente que la realidad que retrata y ridiculiza.

La ácida mirada de Jurenito resulta demoledora y sus opiniones, sus discursos, no por exagerados, tendenciosos o abiertamente absurdos en ocasiones, mueven menos a la reflexión. El dominio de Ehremburg de la ironía, del humor y, porqué no, de la provocación hace brillar este texto más allá de su propósito evidente, porque su lectura además de interesante es francamente divertida. Recuerda en esto, ya lo dije en el primer párrafo, a Gargantúa y Pantagruel, sólo que Julio Jurenito es menos inabarcable.

Para finalizar, unas breves palabras, una digresión si así se quiere, sobre el autor: resulta complicado encajar una obra como esta en un autor como Ehremburg, y no hablo de cuestiones meramente literarias ya que acabo de descubrirlo y no conozco el resto de su obra, donde resulta difícil ubicarlo es en ese breve esbozo biográfico suyo que señala que abandonó Rusia en 1920 (Julio Jurenito es de 1922) pero regresó en 1950 y llegó a convertirse en diputado del soviet supremo y obtener el Premio Lenin de la Paz. Cierto que 1950 no era ya 1920, con tolo lo que ello implica, pero sigue siendo difícil concebir que el autor de un libro tan libre como este lograse reconciliarse con un régimen soviético (ni con ningún otro, ya que nos ponemos) que sale tan mal parado de su lectura, al igual por lo demás que ocurre con las sociedades capitalistas occidentales.

Andrés Barrero

 

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