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La destrucción creativa

Por La Vanguardia  ·  10.10.2010

Capitán Swing recupera el libro donde Schumpeter popularizó sus ideas sobre el progreso económico.
“La atmósfera de hostilidad frente al capitalismo hace mucho más difícil de lo que sería en otro caso formar una opinión racional acerca de sus realizaciones económicas y culturales. Poco a poco, la opinión pública ha llegado a malhumorarse tanto con él, que ha decidido, de antemano, su condena y la de todas sus obras; habiéndose convertido este modo de enjuiciar casi en un requisito de etiqueta para la discusión”.

Quizá no resultaría demasiado difícil suscribir hoy esta reflexión, pero ya la escribía en 1942 Joseph Alois Schumpeter (1883- 1950) en la segunda parte de su libro más famoso, Capitalismo, socialismo y democracia. Una segunda parte titulada ¿Puede sobrevivir el capitalismo? La destrucción creativa y el futuro de la economía global que ahora Capitán Swing Libros recupera como volumen independiente al que ha añadido prólogos de Paul Samuelson y de Paul W. Sweezy y un epílogo de Hugo y Erik Reinert que ayudan a situar a Schumpeter en su contexto histórico, pero tambiénamatizar sus ideas e incluso buscar las génesis de las mismas en la filosofía de Nietzsche –en el corazón de su teoría del progreso económico está el hombre creador– y en las teorías de Werner Sombart, que acuñó el término destrucción creativa de la economía al señalar que la tala masiva de bosques creó la base del capitalismo del siglo XIX, ya que obligó a la búsqueda de sustitutos como el carbón o el coque.

DESTRUIR Y CREAR. En cualquier caso, sería en ¿Puede sobrevivir el capitalismo? donde se catapultaría a la sabiduría convencional la idea de la destrucción creativa como factor esencial del capitalismo, una idea que el propio Schumpeter había prefigurado en su trabajo seminal Teoría del desarrollo económico, escrito con sólo 29 años. Esto es, el cambio incesante de la economía desde dentro, destruyendo ininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos.

El empresario innovador busca nuevas técnicas, procesos, mercados, métodos de transporte y organización, materiales y productos para poder “tener una superioridad decisiva en el costo o en la calidad que ataca no ya a los márgenes de los beneficios y de la producción de las empresas existentes, sino a sus cimientos y su misma existencia”. El éxito de esta innovación perpetua crea monopolios temporales, pero en un sistema así tiene poca importancia limitarse a preservar las posiciones adquiridas: el cambio es feroz. Y la riqueza producida, enorme. No sólo eso: para Schumpeter, el espíritu del individuo racionalista engendrado por el capitalismo naciente llevó a la ciencia moderna porque fue “la fuerza propulsora de la racionalización del comportamiento humano”.

ADIÓS AL CAPITALISMO. Entonces, ¿por qué Schumpeter cree que el capitalismo no sobrevivirá? No por los regímenes socialistas, sino por él mismo. El que fuera ministro de Hacienda austriaco en 1919 y posteriormente acabara de profesor en Harvard, el teórico del ciclo económico y autor de una monumental Historia del análisis económico, constata cómo el papel del empresario innovador va siendo sustituido por los departamentos de innovación de grandes corporaciones. “Se evapora la sustancia de la propiedad”, el hombre de negocios moderno es más bien un apoderado.

Por otro lado, los cambios en la familia, cada vez más reducida, y en el estilo de vida, hacen decae  el “principal móvil de lucro típicamente burgués”: el señorial hogar familiar, con su necesidad de un horizonte a largo plazo. No sólo eso: observa cómo la burguesía va absorbiendo los tópicos del radicalismo, se resigna a ellos.
Todo junto va minando el orden capitalista, “que extrae su energía de normas de conducta extracapitalistas a las que al mismo tiempo está abocado a destruir”.
Pese a lo cual, en un último giro, dice que la descomposición va para largo: la competencia sigue siendo efectiva, la clase media una potencia política y el espíritu de empresa sigue activo, así que la civilización que se desarrolla lentamente en profundidad puede tardar un siglo en llegar.

De eso hace casi 70 años.

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