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Julio Jurenito, entre el esperpento y la provocación

Por Brújulas y espirales  ·  02.08.2013

 

De forma oportuna, reedita Capitán Swing Libros un terxto publicado por primera vez en 1922, Julio Jurenito, considerado la mejor novela de Ilya Ehrenburg (Kiev, 1891 – Moscú, 1967). Julio Jurenito que puede presumir de ir rotulada con uno de los títulos más largos de la narrativa de todos los tiempos que, por curiosidad, reproduzco aquí (“Las extraordinarias aventuras de Julio Jurenito y sus discípulos Monsieur Delet, Karl Schmidt, míster Cool, Alexei Tishin, Ercole Bambucci, Ylya Ehrenburg y el negro Aisha. En días de paz y guerra y revolución, en París, en México, en Roma, en Senegal, en Kinieshma, en Moscú, y en otros lugares, y también las distintas opiniones del Maestro. Sobre el arte de fumar en pipa, sobre la muerte, sobre el amor, sobre la libertad, sobre el juego de ajedrez, sobre la raza hebrea, sobre la construcción y otras muchas cosas”), es un libro poco conocido, pero que en las manos lectoras se convierte en una verdadera joya literaria, disparatada y genial en igual proporción. Tan soviética como antisoviética, tan occidental como antioccidental. Novela de humor extremo y rayando el absurdo, que lo satiriza todo: el viejo continente europeo, tan alienado o esquizofrénico que se precipitó, casi sin darse cuenta, en la carnicería de la Primera Guerra Mundial; la utopía de la Revolución bolchevique; la religión y casi todas la convenciones y hábitos sociales. “En Jurenito, escribe el mismo Ehrenburg, estigmaticé toda suerte de racismos y nacionalismos, denuncié la guerra, la crueldad, codicia e hipocresía de los hombres que la provocaron”.

Pero ¿quién es esta mente autorial que escribe no para las élites, élites actuales de inútiles y perdidos, sino para los pueblos venideros, para que no caigan en los mismos errores del pasado? Considerado el corresponsal de guerra más popular de toda la prensa soviética (Vasili Grossman), Ehrenburg fue un escritor y periodista soviético, de ascendencia judía, que cubrió la mayoría de las guerras. Tras su participación en las revueltas estudiantiles en la Universidad de Moscú de 1905, emigró a París donde inició su carrera como escritor bajo la influencia de Verlaine. En la capital francesa trabó así mismo amistad con Picasso, Apollinaire y Fernand Léger. Corresponsal en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, en 1917 retornó a su país. Aunque simpatizaba con la revolución bolchevique, no se sentía a gusto en la Unión Soviética, y en 1921 volvió a autoexiliarse. Ese mismo año escribió Julio Jurenito. Corresponsal más tarde en la Guerra Civil española, escribió varias obras que lo reconciliarían con el régimen soviético. A partir de 1950 se convirtió en una destacada personalidad, sobre todo cultural, de la URSS.

La acertada combinación de humor, sentido del absurdo y agudas sátiras sociales convierten a Julio Jurenito en una novela tan original como actual. En la misma Ehrenburg crea la ficción del Maestro mexicano Julio Jurenito, un personaje que amalgama en su figura la sabiduría, la ironía y un acusado sentido de lo pintoresco. Personaje sin principios, a pesar de que los defiende apasionadamente, se rodea de una “selecta” tropa  de discípulos que, más que personajes de lo más variopinto, son  estereotipos  de sus propias nacionalidades y de los que se sirve para revelar y satirizar, deformándolos hasta el esperpento, los defectos de las mismas. La denuncia de este profeta de artistas excéntricos, banqueros, filósofos y parias, delineada con un toque bastante iconoclasta, no resulta por ello menos contundente.

En treinta y cinco capítulos Ehrenburg, escribiendo con un ritmo ágil, nos sirve en bandeja y a través de una lupa deformadora los avatares surrealistas del Maestro mexicano y de su troupe de estrafalarios discípulos entre los que se incluye a sí mismo, pues Ehrenburg ejerce a de autor, narrador y personaje representante de los judíos, a los que satiriza  con la misma intensidad con la que retrata al resto de nacionalidades.

Novela esperpento pero muy coherente con la realidad que capta y plasma, de la que es fiel reflejo, y que no ha perdido actualidad porque las condiciones en las que fue escrito Jurenito en 1922 son en esencia las mismas de nuestros días, aunque las designemos eufemísticamente con otros nombres: la guerra sigue instalada en el corazón de los pueblos, muchos países siguen siendo colonizados por el subdesarrollo y la explotación, navegamos, quizás más que nunca, por mares y océanos de crisis, inseguridades y falsedad, se sigue discriminando a los pobres y continúa habiendo sociedades que son al mismo tiempo socialistas y nacionalistas. Y el fascismo no ha muerto, porque, incrustado en el corazón de muchas personas, pocas veces se le hace frente de la misma forma que refleja este breve texto de Ilya Ehrenburg: “En la Europa de los años treinta, inquieta y humillada, era difícil respirar. El fascismo avanzaba, y avanzaba impunemente. (…) Pero hubo de pronto un pueblo que aceptó el reto. No se salvó a sí mismo ni salvó a Europa, pero si para la gente de mi generación queda algún sentido de las palabras «dignidad humana» es gracias a España.”

Francisco Martínez Bouzas

 

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